lunes, 6 de noviembre de 2017

Morena, en la encrucijada

John M. Ackerman
L
os chapulines pueden ser sumamente nutritivos si se digieren correctamente. La activa participación de las bases de Morena durante las próximas semanas puede garantizar que los saltamontes tan desprestigiados que hoy se arriman al nuevo partido sean obligados a someterse a la voluntad popular.
Más allá del seguro lanzamiento de Andrés Manuel López Obrador para la Presidencia de la República, Morena todavía no ha definido su cartera de candidatos para 2018. Por un lado, los pocos nombres que se han manejado en los medios de comunicación representan una pequeña fracción de los 3 mil 326 cargos de elección popular que estarán en disputa el 1º de julio de 2018. El partido todavía tiene más que suficiente tiempo para equilibrar los problemáticos perfiles externos con sólidos perfiles internos y ciudadanos.
Por otro lado, los aspirantes más cuestionados, como Miguel Barbosa, Félix Salgado Macedonio y Rutilio Escandón, todavía deben ser ratificados por el Consejo Nacional de Morena. Si no logran demostrar por la vía de los hechos su honestidad y su idoneidad, los militantes de Morena podrán simplemente negarse a dar su aval y así obligar a reponer el procedimiento de selección durante las precampañas oficiales.
Tal desenlace es poco probable en entidades como Ciudad de México, Veracruz o estado de México, donde los coordinadores de organización correspondientes cuentan con el firme apoyo de las bases del partido. Sin embargo, los chapulines con oscuros historiales en Puebla, Guerrero, Chiapas, Quintana Roo y Jalisco, entre otros, deben hacer esfuerzos olímpicos para acercarse y someterse humildemente a la militancia, así como demostrar su compromiso irrestricto con los principios del partido si quieren salvar sus candidaturas.
Morena significa honestidad, lucha social y ruptura histórica. El nuevo partido ciudadano busca la destrucción de las viejas redes de corrupción, impunidad y violencia que mantienen en el poder a los oligarcas y políticos inmorales de siempre, para dar paso a nuevas redes de solidaridad, participación y justicia.
No sirven las islas de pureza para lograr este objetivo. En un contexto autoritario como el mexicano, el sectarismo equivale a aceptar de antemano la derrota, a resignarse a tener un papel estrictamente testimonial.
Morena debe abrirse a los sectores sociales y económicos que normalmente no comulgan con la izquierda. También tiene sentido ir más allá de sus cuadros más leales a la hora de nombrar candidatos a cargos de elección popular.
Solamente un movimiento plural de masas, firmemente arraigado en la sociedad civil, tendría suficiente fuerza para no nada más ganar a PRI, PAN, PRD y a Felipe Calderón, sino también derrotar al fraude impulsado desde el Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los gobiernos federal y estatales, la mayoría de los medios electrónicos de comunicación, el gobierno de Donald Trump, los mercados financieros internacionales y los narcotraficantes.
El monstruo es enorme. Durante el primer semestre de 2018, fluirán millones de pesos, dólares y euros para intentar lograr uno de los fraudes más grandes de la historia de México. Cualquier periodista, académico, encuestador, líder social, funcionario electoral, representante partidista, candidato o votante dispuesto a estirar la mano será generosamente retribuido por su servicio en favor de la continuidad del régimen corrupto.
Para el PRIANRD, ningún gasto electoral es excesivo. La incomodidad de las multas y los escándalos poselectorales no se compara con el enorme sufrimiento que tendrían que vivir los capitanes del régimen en caso de ser expulsados de Los Pinos en 2018. La impunidad transexenal simplemente no tiene precio.
Desde este punto de vista de lucha estructural e histórica en contra de un régimen despótico, tiene sentido recurrir al método de las encuestas para determinar las candidaturas a cargos de elección popular. Un partido nuevo como Morena debería priorizar la fuerza electoral de los aspirantes entre la población abierta por encima de las amistades y las alianzas internas. Y recurrir a elecciones abiertas a la ciudadanía en este momento abriría el frágil partido de par en par a las muy conocidas estrategias de acarreo e infiltración desde el poder.
Sin embargo, el mismo estatuto de Morena, registrado ante el INE, reconoce que la utilización de encuestas no debería anular la participación de las bases. Por lo menos 50 por ciento de las candidaturas se reservan para militantes en activo de Morena (artículo 44b y c). El Consejo Nacional de Morena debe dar su aprobación final a todas las candidaturas, tanto las internas como las externas (artículos 44d y 46j). Y todos los candidatos plurinominales internos se seleccionan por insaculación de listas confeccionadas por las asambleas distritales correspondientes (ar­tículo 44e).
Morena hoy pasa por una prueba de fuego que forjará de manera definitiva su carácter. Es falso que López Obrador decida “por dedazo” las candidaturas de Morena. El estatuto del partido señala claramente que el presidente del partido y la Comisión Nacional de Elecciones proponen, pero los militantes y los líderes de Morena disponen.
Twitter: @JohnMAckerman

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