martes, 6 de marzo de 2018

Ciudad Perdida

El tinglado Anaya-Meade
¿Fraude en ciernes?
Sumas, restas y caldos gordos
Miguel Ángel Velázquez
C
omo que a estas alturas de las trampas y las desconfianzas nadie se traga eso de la pugna por el segundo lugar en la elección por la Presidencia de la República. Nadie pelea por la nada y el segundo lugar es eso: nada. Entonces, si negamos que ese sea el motivo de la guerra entre el joven pesadilla y José Antonio Meade, nos gana la paranoia que cuenta que esta vez, para la elección que viene, se está preparando un nuevo fraude que impida el reconocimiento del triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Cortina de humo le dicen algunos; distractor le llaman otros, pero lo cierto es que algo suena bajo el suelo político del país y ateniéndonos a lo que ya hemos vivido, bien podríamos decir que también algo se prepara, algo que le dé argumentos, por falaces que resulten, a una nueva trampa que impida que triunfe la voluntad popular.
Ayer estuvo en la ciudad, para reunirse con la candidata a la jefatura de Gobierno, Alejandra Barrales, el mismo joven pesadilla que ahora salió con aquello de que metería a la cárcel a Enrique Peña Nieto en caso de que se comprobara que estando en funciones de presidente de la República hubiera cometido algún ilícito, como si la ley no existiera, y su palabra, sólo su palabra, fuera la que hiciera que los mecanismos de la justicia se pudieran mover.
Sus sentencias chorreaban odio; el coraje que trata de esconder bajo la sonrisa de aparente tranquilidad que cada vez parece más una mueca, un visaje de desagrado, de rabia contenida que anuncia lo que en verdad promete el panista en caso de que llegara al gobierno.
Para los habitantes de la Ciudad de México, que ya no ven tan de lejos la violencia que se sufre en todo el país, entender que el odio no puede ser el motivo principal de un gobierno, fue la razón por la que los panistas han sido marginados de la posibilidad de conseguir el gobierno, pero que mantienen algunas posiciones porque algún viejo panismo aún defiende sus colores.
De cualquier forma, parecería que Alejandra Barrales está dispuesta a aceptar cualquier cosa con tal de arribar a la jefatura de Gobierno, y en esa cualquier cosa está, desde luego, hacerse eco de los lloriqueos del joven pesadilla, que a ella y a su partido no les darán ningún voto más, aunque a los azules les permitirá tener un poco más de aire antes de ser asfixiados por la realidad.
Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón, muy pronto, nos cuenta su gente en la Ciudad de México, dará a conocer un aproximado del tamaño de la militancia que la acompaña. La gran mayoría, asegura, aún milita en el PAN, pero votará en contra de Anaya, quien por más que se diga, el supuesto crecimiento del que se ufana no es más que el retorno de algunos cuadros a los que ha convencido el interés, no político, y la suma de algunos perredistas que le hacen el caldo gordo, nada más.
De pasadita
Se llama Ismael Figueroa y es aquel que reclamaba hasta 7 millones de pesos al PRD para incrustarse entre sus filas en la diputación constituyente de la Ciudad de México. Ahora, con una serie de acciones de amenaza y chantaje, se logró meter a la lista amarilla por un distrito en Coyoacán, mismo por el que pretendía correr Raúl Flores, líder perredista en la capital del país. Pero para tranquilizar a Ismael, que ha hecho y desecho en el Cuerpo de Bomberos, se le dio el lugar que reclamaba Flores, y por más que el propio PRD lo rechazaba, el ex líder del sindicato de bomberos armó tal guerra en contra del llamado jefe Vulcano, Raúl Esquivel, que su presión fue premiada con la posibilidad de que vaya a engrosar las filas del sol azteca, como si algo malo le faltara a este partido. Ni modo, así no es la política.

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