sábado, 10 de marzo de 2018

Rafael Landerreche, el Bankilal

Luis Hernández Navarro
A
Rafael Landerreche Gómez Morín sus compañeros del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas lo consideran el Bankilal de Bankilal de quienes habitan la Casa de la Memoria y la Esperanza. Bankilal en tzotzil, es el hermano mayor, el encargado de velar y acompañar a las personas en su hogar.
Formado por jesuítas, sociólogo por vocación (se graduó en la UNAM con una tesis sobre las relaciones entre la ciencia social y la ética), historiador por afición y todólogo por necesidad, fue, hasta el final de su vida, una figura clave en la reinvención, difusión y práctica de la resistencia civil pacífica en México y en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
Rafael Landerreche distinguía entre la resistencia activa y la pasiva. Según él, la resistencia pasiva es aquella en la que nada más se realiza el acto de aguantar, de soportar. No transforma nada y termina provocando violencia. En cambio, la activa, nacida de la dignidad, es una no-violencia que transforma las estructuras y las situaciones de injusticia. Es invencible.
A su manera, Landerreche fue un gandhiano radical. El pensamiento del dirigente de la independencia de India constituyó, con mucho, una de sus principales guías para su actividad política. Los planteamientos de Gandhi –escribió en diciembre de 2002– resultan mucho más afines a las aspiraciones y luchas del pueblo latinoamericano de lo que han sido las de Marx. Más aún –añadió–: asumir los planteamientos de Gandhi implica una postura de crítica al capitalismo, no menos sino más radical que la surgida del marxismo, pues aquél llega a la raíz misma, a los mitos ocultos del mundo moderno que Marx no pudo denunciar porque de hecho también los compartió.
Nieto de Manuel Gómez Morín e hijo de Rafael Landerreche, ambos fundadores del PAN, militó por un tiempo en ese partido, fue su diputado federal suplente, participó activamente en las jornadas contra el fraude electoral de 1986 en Chihuahua y junto a Manuel Clouthier se movilizó por el respeto a la voluntad popular en los comicios de 1988. A partir de ese momento marcó su raya con Acción Nacional.
En 1987, Pietro Ameglio fundó en México la sección de no-violencia activa de Serpaj (Servicio Paz y Justicia), una asociación cristiana-ecuménica que busca la superación de la injusticia social, inspirada en la lucha de Gandhi y de Martin Luther King, dirigida internacionalmente por el argentino Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980. Con él participaron Rafael Landerreche, Javier Sicilia y Myriam Fracchia.
En 1991, Rafael acompañó a Andrés Manuel López Obrador en el Segundo Éxodo por la Democracia, y, más adelante, previo a la realización de las elecciones para gobernador de la entidad en 1994, impartió en Tabasco, como parte del Codehtab y de Serpaj, talleres de resistencia civil pacífica. No tardaría en llevar a la práctica sus enseñanzas sobre la no violencia. Después de documentar el escandaloso fraude en favor del priísta Roberto Madrazo y demostrar con cifras cómo se manipuló el padrón electoral, puso el cuerpo por delante para tratar de evitar la entrada del nuevo gobernador al Palacio de Gobierno. Pagó caro la osadía. Entre gases lacrimógenos y piedras, un golpeador del grupo de choque madrazista le propinó un salvaje batazo por la espalda. No quedó ahí la cosa, en 1997 fue apresado por tres horas, acusado falsamente de atropellar a una persona, como represalia por su participación en la lucha de Vernet, Macuspana, en contra de Pemex.
Poco después, ya en Chiapas, muy cerca del obispo Samuel Ruiz, Landerreche se integró al Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas y colaboró con un proyecto educativo en Chenalhó, en el que participaron varios de los hijos de los asesinados en la masacre de Acteal del 22 de diciembre de 1997. Desde entonces caminó inseparablemente junto a Las Abejas.
Ante el estancamiento del proceso de paz en Chiapas consideró que era pertinente y valioso abrir la imaginación a nuevas formas de lucha no violenta. Desde su trinchera en Acteal promovió un fructífero diálogo entre el gandhismo y el zapatismo.
Como educador popular, Rafael se alejó del paternalismo como si fuera la peste. Consciente de que en nombre de la educación y el desarrollo se despoja a los de abajo (especialmente a los indígenas) de su riqueza, sostuvo que había que bajar de la Torre de Marfil e ir al pueblo no a enseñar sino a dialogar. La solución –decía– está con los de abajo, con su creatividad, solidaridad y generosidad.
Acteal le dolía hasta lo más profundo del alma. La excarcelación de los asesinos materiales por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y el que los responsables intelectuales del crimen, como el presidente Ernesto Zedillo, no fueran juzgados, lo indignaba. Una y otra vez lo denunció en las páginas de La Jornada (donde escribió a lo largo de muchos años) y en cuanto foro tuvo acceso.
Para él, la masacre de Acteal fue un crimen atroz contra mujeres y niños, indígenas que ayunaban y oraban por la paz, que estaban desarmados y que expresamente sostenían una postura no violenta. Fue un crimen de Estado, perpetrado no por negligencia u omisión, sino resultado de un plan contrainsurgente que pretendía burlar la Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna en Chiapas, una de las pocas leyes en nuestra historia que fue claramente la expresión de una voluntad popular. Los asesinos de Acteal son paramilitares: se armaron como paramilitares, se entrenaron como paramilitares, actuaron según una lógica paramilitar, fueron y siguen siendo protegidos como paramilitares.
Con apenas 65 años, Rafael Landerreche, el Bankilal de Bankilal de quienes habitan la Casa de la Memoria y la Esperanza, se nos adelantó. Como señalan sus compañeros enseñó el significado de la entrega total y el acompañamiento a los pueblos. No es exageración: fue clave en el desarrollo y fomento de una cultura de la resistencia activa pacífica en los movimientos populares en México. Su modestia, sencillez y discreción, su decisión de caminar con los de abajo, hacen difícil calibrar con justeza el tamaño y alcance de su aportación. Aunque sea tarde, es hora de reconocérselo.
Twitter: @lhan55

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